Continúa esta llovizna que parece que nunca terminará de caer. Serviría de escenario para una novela cyberpunk; hasta estamos viviendo una post-catástrofe devastadora como habitualmente exige el guión. La neblina, de un perfecto gris, añade el adecuado marco de misterio, atenuando las formas al punto que lo lejano se convierte en irreal, una irrealidad teñida de rojo por las luces sucias de la vieja estación. Aquí, el tilo exhibe agotado dos o tres hojas que no se terminan de rendir a este Otoño. Las ramas desnudas brillan con las minúsculas gotas que estallan en miles de reflejos, creando una telaraña que inútilmente trata de atrapar la brisa fría del amanecer.
Hoy la calle no es tan anónima; cada detalle parece revelarse sólo para confirmarlo. Cuesta mucho dejar este instante tan solo.